Los amigos integristas de Jeremy Corbyn

¿Hay que celebrar la victoria de Jeremy Corbyn? La izquierda radical habla de « terremoto ». Otros, en cambio, ven un suicidio político.

Todo depende, en realidad, del ángulo bajo el cual se observe a Jeremy Corbyn. Desde una perspectiva exclusivamente económica, que es la que maneja la mayor parte de los medios de comunicación, su victoria sí es un motivo de celebración: aún existe en Inglaterra una izquierda capaz de defender el Estado del bienestar.

El nuevo líder del partido laborista se opone frontalmente a las políticas de austeridad. Es incluso partidario de las renacionalizaciones, tanto en el sector de la energía como en el del ferrocarril. Algo que resulta reconfortante, después de tantos años de desregulación y privatizaciones, tanto con Margaret Thatcher como con Tony Blair.

La elección de Corbyn puede ser interpretada como la muerte del blairismo. Una señal de que, tras Syriza y Podemos, es posible soñar con una Gran Bretaña que no maquine para torpedear Europa sino que favorezca, al contrario, una verdadera política de relanzamiento económico europeo. Sería maravilloso, si así fuera. Pero esta victoria es engañosa.

La elección de Jeremy Corbyn no va a matar al blairismo, sino a sumir la izquierda inglesa en un larguísimo estado de coma. Con él a la cabeza de los laboristas, tan pronto como el gran público conozca sus posiciones, los conservadores pueden esperar reinar en el número 10 de Downing Street por muchos años.

Apoyo a las víctimas del anti… terrorismo

El hombre ha acumulado durante años tantos posicionamientos dudosos, que los conservadores ya se frotan las manos ante la perspectiva de enfrentarse a él.

Y no se trata aquí de sus posicionamientos económicos. La ambiciosa política alternativa económica que defiende, a contracorriente de muchos ingleses, merece ser valorada y debatida. Se trata más bien de sus tomas de posición en materia de política internacional, libertad de expresión o terrorismo. Temas que a veces se orillan en los comentarios políticos, pero que no son menores en absoluto.

Hay asociaciones que se inquietan, por ejemplo, por las compañías conspiracionistas y antisemitas de Corbyn. Entre ellos, algunos a los que él denomina « sus amigos »: cuadros de Hamás y de Hezbolá, con los que comparte numerosas tribunas y en las que explica que ello es un placer y un honor.

El entorno de Corbyn lo defiende explicando que él no conocía las convicciones negacionistas de algunos de estos amigos [por ejemplo, Paul Eisen], y que de todas formas él llama a todo el mundo « sus amigos ».

Sin embargo, es precisamente en casa de sus amigos de la Mezquita de Finsbury, una de las más radicales de Europa, retomada recientemente por los Hermanos Musulmanes de manos yihadistas, que Jeremy Corbyn tiene oficinas en las que despacha… un « lugar maravilloso », según sus palabras.

Apoya también a la asociación CAGE, creada por islamistas para respaldar a las víctimas del antiterrorismo. Sí, han leído bien: las víctimas del antiterrorismo, no del terrorismo. Cuestión de prioridades.

La izquierda « inclusiva » con los extremistas

Siguiendo en el capítulo de posicionamientos dudosos, Corbyn ha concedido varias entrevistas a la televisión iraní y a Russia Today, la cadena propagandística del régimen ruso, por la que ha manifestado su preferencia. Llegó a describirla como la cadena más « objetiva » del paisaje audiovisual. Algo que describe bien su visión del mundo.

En 2006, se manifestaba contra la publicación de caricaturas de Mahoma, en compañía de integristas ingleses al lado de los cuales, incluso « nuestros » integristas [franceses] se dan un aire de sesentayochistas desenfrenados. Aparte de eso, ha lamentado profundamente lo que ocurrió el 7 de enero.

En síntesis, Jeremy Corbyn es un puro producto de esa izquierda radical que flirtea con los peores extremismos del planeta por espíritu rebelde o antiamericanismo primario.

Su prioridad es menos reducir las desigualdades que predicar un multiculturalismo « inclusivo ». Una expresión seductora, pero que hay que traducir por la adhesión al modelo comunitarista anglosajón, tan favorable a la competición entre comunidades y a las derogaciones integristas, en detrimento de la laicidad o la igualdad entre hombres y mujeres.

Es bastante aterrador pensar que estas meteduras de pata no le han perjudicado en la carrera por la elección al frente del laborismo. Pero una cosa es segura: estos asuntos serán retomados y resultarán fatales, a ojos de la opinión inglesa, en el momento de una elección nacional.

Jeremy Corbyn no tiene ninguna posibilidad de convencer a un público amplio

Si la izquierda laborista quería permanecer en la oposición, no podría haber escogido mejor. Para algunos de sus simpatizantes, esto tampoco es tan grave, por otro lado. Cuando uno en el fondo es gauchiste (izquierdista) y no progresista, el objetivo no es convencer al mayor número de adherirse al progreso común, sino tener razón solo contra todos, y de poder así conservar toda la pureza.

En este terreno, los que defienden una izquierda radical aliada a los integristas y a los tiranos a nivel internacional pueden estar tranquilos. Mientras sigan siendo incapaces de proponer una alternativa económica y de deshacerse de esa indulgencia, por no decir de esa ceguera, ante integristas y dictadores, no se arrriesgarán a mancharse las manos gobernando.

Pese a la crisis, y pese a todo lo que puede soplar en las velas de esta izquierda radical, ésta nunca se atraerá a la izquierda demócrata. En una década marcada por el riesgo de atentados, esta izquierda radical tan sólo sirve para favorecer el ascenso de la extrema derecha, sin tener ninguna posibilidad real de condicionar el futuro de Europa, más que cuando se encuentre al borde del abismo, y en el rol de espantajo.

[Artículo traducido por Juan Antonio Cordero Fuertes y reproducido en CRÓNICA GLOBAL con autorización]

 

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