Lo que esconde el caldero de Oriente Medio

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Rara vez el verano habrá sido tan pródigo en imágenes atroces y bárbaras. Empezó con el secuestro y asesinato de tres adolescentes israelíes. Termina con la muerte de cientos de niños en Gaza, mientras en Irak, otros juegan con las cabezas recién decapitadas por el Estado Islámico, que ejecuta a destajo a infieles, cristianos y yazidíes, cuando no venden a las mujeres de esas minorías como esclavas. Ante estas imágenes, cada uno se queda con lo que le conviene.

En Francia, las emociones se han expresado casi exclusivamente a propósito de Gaza. Una emoción legítima ante el número de muertos: no es justo reducirla a mera manifestación de simpatizantes de Hamás o del antisemitismo. Pero es igualmente legítimo observar que ciertos sectores se movilizan menos por la situación en Siria, donde la represión de Bashar El Assad ha causado sin embargo más de 200000 muertos. Y menos también contra la depuración de rohingyas, esa comunidad musulmana de Birmania, que sigue adelante ante la indiferencia general… y menos aún con motivo del conflicto entre Ucrania y Rusia, donde tanques y soldados rusos llevan a cabo una operación para desestabilizar un país y colonizarlo en violación de su soberanía y de todas las leyes internacionales. El presidente francés ha hablado, con razón, de la crisis más grave desde la guerra fría. Es sin embargo el conflicto israelo-palestino el que hace bajar a la calle y agita las pasiones francesas. Agita las pasiones, pero no a todos los franceses.

74% de franceses indiferentes

Según un sondeo de Ifop para el diario Sud Ouest dimanche, aparecido este verano, el 74% de los franceses son más bien indiferentes y no sienten ninguna afinidad hacia ninguno de los bandos en conflicto. El 26% restante, en cambio, ha pasado el verano conectado a las redes sociales, difundiendo dos visiones totalmente antagónicas de los hechos.

Unos tienen familia en Israel y reciben noticias que transmiten la angustia de vivir bajo la amenaza de un cohete inminente. Han visto todas las fotos trucadas de la propaganda de Hamás, que hace pasar a muertos sirios, incluso a una familia de colonos israelíes salvajemente asesinados por extremistas pro-palestinos, por habitantes de Gaza masacrados por soldados israelíes. Éstos estarían casi dispuestos a olvidarse de que, a pesar de haber varios montajes, existen muertos palestinos reales, en proporciones terribles.

Los otros, los que viven este conflicto como una forma de combate contra el colonialismo, visionan en bucle las imágenes de cadáveres llegando ensangrentados al hospital, las fotos de casas y escuelas destruidas. Tanto unos como otros exigen a los periodistas no que cubran este conflicto desde la racionalidad, sino que se hagan cargo de su emoción. Sin embargo, es la razón, y no las espirales de emociones, la que puede un día, posiblemente, llevar a la paz. No llegará hasta que los palestinos hayan apartado a Hamás. Algo que no es totalmente imposible: en medio del conflicto, el portavoz de Hamás fue agredido por habitantes de Gaza hartos de la estrategia de escudos humanos. Pero la paz exige también que los israelíes se deshagan de su gobierno ultranacionalista, cuya brutalidad ha tenido por efecto reforzar el extremismo de Hamás en el momento en que este último perdía crédito entre los países árabes que dan la espalda a los Hermanos Musulmanes.

Un nuevo frente contra el yihadismo

Quizá sea eso lo que nos ocultan esas imágenes provinientes de Oriente Medio. Bajo las apariencias de un conflicto eterno, las placas tectónicas de la geopolítica de Medio Oriente están desplazándose increíblemente. Al tiempo que los yihadistas terroristas del Estado Islámico (EI) proclaman un califato basura, los verdaderos estrategas de una conquista islamista de gran alcance internacional y sostenido se encuentran en grandes dificultades. Una guerra de influencia subterránea se libra entre los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Qatar, acusado de haber financiado demasiado a grupos que causan temor a egipcios, tunecinos, argelinos por supuesto y emiratíes. Se trata de la emergencia de un verdadero frente ampliado contra el yihadismo, a la que asistimos sin verla. Un frente del que no se aprovecharán, por cierto, sólo los demócratas, sino también el régimen iraní y el sirio.

Bashar El Assad es sin duda el gran vencedor de la súbita irrupción del Estado Islámico de Levante, proclamado por yihadistas iraquíes y sirios, algunos de ellos salidos de las mazmorras de El Assad. El régimen sirio espera desde el principio que los yihadistas contaminen al conjunto de la oposición, para desacreditarla y despojarla de todo apoyo. Está prácticamente hecho. Al principio de la primavera árabe, justo tras el inicio del caos en Libia, muchos se negaban a apoyar a los rebeldes libios para no hacer el juego a los yihadistas. Hoy, los rebeldes laicos están completamente desbordados por los rebeldes yihadistas, respaldados y armados. Estos últimos aterrorizan al mundo entero con sus bárbaras ejecuciones, primitivas. Y tan atroces que el mundo debe decidir qué horrores quiere ver y cuáles prefiere ignorar.

Caroline Fourest es profesora en el Instituto de Ciencias Políticas de París, Sciences-Po París, y redactora jefe de la revista feminista Pro-Choix

Reproducido en español con autorización de la autora.

Traducción de Juan Antonio Cordero Fuertes]